¿Cómo vivió Jesús, el Señor, desde los doce hasta los treinta años?

Continuamente era vivamente consciente de la todopoderosa Divinidad en Él. Sabía dentro de su alma que todo lo que abarca el infinito obedecía su menor señal y que así tenía que ser eternamente.

Al mismo tiempo sentía en su alma un gran impulso de dominarlo todo.

El orgullo, el afán de imperar, una libertad ilimitada, las ganas de una vida regalada y de mujeres, y también la ira, eran las flaquezas principales de su alma.

Pero con la Voluntad de su alma luchaba contra todas estas poderosas y mortales inclinaciones del alma.

El orgullo lo combatía mediante la pobreza, evidentemente un remedio bastante violento precisamente para Aquel a quien pertenecía todo y que a pesar de ello no podía considerar nada como suyo...

El afán de imperar lo dominaba mediante una obediencia voluntaria a aquellos que, como todos los demás hombres, no eran nada ante Él.

A pesar de que eso le costaba muchísimo, restringía su libertad ilimitada y eterna sirviendo a los hombres en los trabajos más ínfimos como un esclavo.

Las ganas enormes de una vida regalada las combatía frecuentemente con la libre Voluntad de su alma mediante ayunos.

El deseo de mujeres lo combatía por medio del trabajo pesado, con una alimentación escasa, con la oración y por el trato con hombres sabios.

Hay que reconocer que precisamente en ese punto tenía que combatir mucho, pues su apariencia y el tono de su voz tenían un gran atractivo,

por cuyo motivo también las cinco hijas de Cirenio, todas sumamente guapas, estaban rendidamente enamoradas de Él, rivalizando entre sí para gustarle más.

Tal amor, por supuesto, le agradaba. Sin embargo, siempre tenía que decirles que no le tocasen.

Como Él, además, con una sola mirada, siempre descubría las malas intenciones de los hombres y veía su astucia, hipocresía y egoísmo,

se comprende que fácilmente se le podía irritar, enfadar y ofender.

Pero entonces Él moderaba su naturaleza divina con su Amor, y en eso siempre hubo misericordia.67

Así organizó Jesús su vida a través de una continua y durísima abnegación, con el fin de restablecer el eterno Orden perturbado.68

De ello se puede fácilmente deducir que Jesús, como Hombre, pasó los siguientes dieciocho años bajo continuas tentaciones y luchando contra ellas...

... Ahora, después de esta revelación para el bien de cada uno, sólo queda pendiente la revelación de la controversia en el Templo con los sabios y los doctores de la ley y que ahora, como muchas otras, no puede figurar en est a obra.

Por eso conformaos de momento con esto. Lo demás seguirá en cuanto vosotros digáis a vuestro siervo:

«¡Ven, hermano, ven en nombre del Señor y quédate y vive con nosotros!».

Terminada esta obra, Mi bendición y Mi Gracia estén con vosotros, ¡hoy y siempre! Amén.

Fuente: Infancia de Jesús, capítulo 300.